Un suicidio que llama a la reflexión.
El
1946 una enorme cantidad de orcas eligieron para morir la costa
galana de Mar del Plata. Aunque parezca increíble, durante días las
playas de toda la ciudad fueron invadidas por 835 cetáceos. Llegaron
con vida y se fueron depositando sobre la arena la tarde del 10 de
octubre. Se estima que pesaban más de media tonelada y que medían
entre 5 y 6 metros de largo (con excepción de las crías). El suceso
fue obviamente impactante y las explicaciones humanas no alcanzaron
para comprobar con métodos científicos, ninguna hipótesis.
Hay
fotos, publicaciones escritas y personas que estuvieron ahí y aún
viven para contarlo, que demuestran que este hecho es cierto. El
diario “La Capital” en su edición por su 75° aniversario, le
dedicó una hoja entera a este episodio y tituló la nota de la
siguiente manera: “Toninas o Falsas Orcas pesaban más de 500 kg”.
En la única foto del artículo, de impecable calidad artística, se
pueden ver a los animales con sus aletas y toda su piel brillante,
depositados en la orilla y a cientos de personas curiosas recorriendo
el lugar. Al pie de la imagen se puede leer: “Durante tres o cuatro
días, miles de personas concurrieron a la playa. Fue en octubre de
1946. Nunca antes había ocurrido parecido en nuestra ciudad. Se
afirmó que al faltar el macho, las hembras se suicidaron” y la
nota describe algunas de las repercusiones que el acontecimiento
ameritó.
Quien
también escribió seriamente sobre este tema, fue el ingeniero
Alberto Lagrange en su famoso libro publicado por la Fundación Bolsa
de Comercio de Mar del Plata titulado: “Mar, Playas y Puerto”
editado en 1993. El artículo se llama “Llegaron las orcas.
Presencias extrañas” y cuenta que imprevistamente en pocas horas,
“cetáceos desconocidos de gran porte llegaron para morir con
porfiada insistencia”. Lagrange describe que desde Hidráulica, el
personal municipal, se esforzó en llevar a algunos ejemplares aún
con vida devuelta al mar, pero que los intentos fueron en vano porque
los mamíferos volvían a la arena por propia voluntad para morir. En
este triste y sentido relato, se dice que nunca se pudo esclarecer
este misterioso suceso y se realiza un recuento de algunas posibles
hipótesis que científicos del momento, periodistas, pescadores y
militares argentinos esgrimieron.
Desmenuzando
lo escrito.
En
la primera cita que hace Lagrange, nombra a Enrique David Borthiry
del ya mencionado diario “La Capital” reforzando la justificación
machista. Más allá de la acusación sexista esta idea es, a mí
entender, improbable de sostener porque en ese momento no hubo
tiempo, recursos, ni personal capacitado para hacer un análisis
minucioso de la sexualidad de estos mamíferos.
La
información se amplía en el artículo con la opinión de de Carlos
Marelli que fue director del Jardín Zoológico de La Plata y que
aseveró que se trató de “delfínidos desconocidos de gran porte
que tienen la particularidad de realizar suicidios colectivos”. Si
bien esto no explica los motivos, agrega antecedentes: ocurrieron
sucesos similares en 1880 en Alemania, en 1903 en Nueva Zelandia, en
1927 en Escocia, en 1929 y 1930 en Sir Lanka, en 1931 en Sudáfrica y
en 1936 otra vez en Escocia.
La
tercera opinión es del Capitán de Fragata Teodoro Bois que sumó
mayores datos: “La autopsia de los animales disecados estableció
la ausencia total de alimentos en el estómago y el estado
perfectamente normal de todos los órganos”. De acá se destierra
la intoxicación como una posible causa de las muertes y se agrega un
probabilidad más real: murieron por hambre. Sin embargo, la riqueza
ictícola de nuestras costas en la década del cuarenta, descarta que
ello haya sido posible. Es decir que si no comieron, fue por no
quisieron ya que la plataforma marina cercana estaba llena de bancos
de especies marinas. Era tal la presencia de peces en el mar que
nuestra ciudad llegó a desarrollar uno de los puertos capitalistas
más importantes de toda la costa atlántica.
Los
pescadores según el autor, desacreditaron a Bois porque aseveraron
que había existido previamente a esta tragedia, otra que para el
sector era importante: habían ya desaparecido los bancos de
anchoitas. Pero esta hipótesis quedó también descartada porque
estos animales son migratorios y de amplia dieta. También se desechó
la hipótesis de que murieron a causa del cambio en la temperatura
del agua, sobre todo por su capacidad ambulante.
Quedan
publicadas dos ideas más pero sin fuente, que son difíciles de
rebatir: una es que perdieron a su líder natural y que por eso
mismo, el grupo entero quedó desorientado y se suicidó en masa; y
la otra hipótesis que se considera factible (aunque no se citan
estudios y es imposible técnicamente realizarlos ahora) es que un
parásito haya perjudicado su sistema auditivo y que por eso mismo,
perdieron el sentido de orientación y quedaron varadas en tierra
firme.
Yo
también escribo sin saber lo que pasó, pero como no puedo con mi
genio, me puse a investigar y recibí en esta aventura pseudo
periodística, mucha ayuda. De hecho, se ofrecieron técnicos,
artistas y estudiantes a colaborar buscando más datos para mantener
viva, al menos una parte, de la memoria ambiental. Encontré
testimonios de personas que también sabían del acontecimiento por
comentarios y relatos familiares y visité algunas instituciones
reconocidas académicamente. Así me enteré que:
Muchas personas habrían cortado
y baleado a los animales y que por eso, la policía tuvo que prohibir
el acceso a la playas.
Hay
sólo dos ejemplares disecados: uno está en el Museo de Ciencias
Naturales de La Plata y el otro, se desconoce el paradero.
Las
“falsas orcas” emitían sonidos tipo “llanto de bebé” que se
llegaban a escuchar inclusive desde las casas cercanas a la playa.
Llegaron cuando empezaba la
tarde y fueron muriendo de a poco, durante el transcurso de la noche
y durante el día siguiente.
El
espectáculo se fue haciendo cada vez más horrible porque los
ejemplares se fueron descomponiendo y largando olor putrefacto
durante varios días.
La
mayor concentración de los cuerpos se localizó en unos 6 km de
recorrido entre las playas que van desde La Bristol hasta Camet, pero
que se llegaron a ver hasta en la zona de los acantilados cercanos a
Miramar. Es decir, estuvieron en toda la amplia franja costera que
posee la ciudad de Mar del Plata.
Más
datos y comentarios en borrador.
Con
respecto a las acciones tendientes a despejar las playas para
recuperarlas para la actividad turística y recreativa, se dice que
se las llevaron en lanchas a mar adentro, que las trozaron con
motosierra y que las enterraron camino a Sierra de Los Padres y
también que “el mar solo se encargó de despejar el espacio
nuevamente”. Es decir, así como el mar las trajo, el mar se las
llevó.
Por
mi parte, y sin descuidar otras responsabilidades personales, seguiré
buscando datos y opiniones en mi deseo de encontrar explicaciones que
den sentido a lo aparentemente inexplicable. Si bien aún existen
testigos, tienen que ser personas mayores de 75 años que hayan
vivido o estado de paso en Mar del Plata, que se hayan enterado del
hecho sin la presencia abrumadora de los medios y recursos actuales
de la comunicación, que hayan podido ir a la costa en esa
oportunidad, que se acuerden y que además, encuentren la forma de
transmitirlo en un relato coherente (científico o no) a pesar del
tiempo transcurrido. Es difícil pero no imposible.
Para
mí no hay que perder de vista esta característica irrefutable que
se aplica a toda mi concepción acerca del mundo natural: los
animales no se expresan a través del lenguaje (ni oral ni escrito),
pero sí pueden decirnos muchas cosas. ¿Las orcas trataron de
decirnos algo? No lo creo. No somos el centro del Universo. Si el
planeta tierra no lo es, mucho menos, la especie humana. No sabemos
hasta ahora, los motivos que pudieron tener estos animales para
deliberadamente dejar de vivir. Tampoco sabemos si tenían siquiera
un mensaje, pero el hecho ocurrió. Eso es una verdad que sirve como
pilar para reflexionar.
Por
último, no sé que les vendrá a ustedes a la mente cuando escuchan
nombrar al año 1946. A mí me dice ante todo, que fue el primer
aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial (guerra que se
desarrolló fundamentalmente en el agua). Después pienso en Perón
en el poder y en los submarinos nazis que estuvieron ese mismo año
en nuestra costas desplegando cruces esvásticas. Pienso también en
el desarrollo industrial incipiente pero decidido, en la poca prensa
que tenía el ambietalismo en ese momento, en el ocultamiento de este
hecho y en mi propia ignorancia por ser marplatense de nacimiento,
amante de la naturaleza desde siempre, profesora de geografía,
curiosa y justiciera y recién a los 34 años y de la mano de un
libro que heredé de mi abuelo y que recién ahora releo con
detenimiento, me vengo a enterar que los suicidios de las orcas son
reales, que el lugar que eligieron para morir fue mi propia casa y
que a pesar de la bronca y el dolor por las pérdidas, una vez más,
no quedan claras las responsabilidades. Por suerte o por destino,
somos muchas las personas que aprendimos que la búsqueda del saber,
nos acerca cada día más a la pretendida libertad. ¿Se hará
justicia en este caso? No estoy segura, pero tengo el derecho de
aportar en esta investigación absurda que se parece a la búsqueda
de una utopía. ¿Para qué sirve buscar la justicia? No sólo para
encontrarla, sino para seguir andando por esta vida con un horizonte
de dignidad. Estas orcas ya no están, pero quedan muchas otras por
salvar. La verdad, tarde o temprano, por algún lado se asoma y así
tendremos más razones para actuar en consecuencia. Este suicidio nos
interpela a seguir pensando.
Lucía
Gorricho.
abril
de 2014.
Hola
ResponderEliminarLa mejor profe
ResponderEliminarGracias!!
ResponderEliminarLei una nota sonre "profesora que aprueba a una alumna sin saber nada"... que horror... luego de leerla se me esaco una... bueno varias lagrimas. De esto se trata la vida no?
ResponderEliminarSii, es la vida! Un abrazo
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