Cabo Corrientes y Bahía Playa Chica, un portal de energía




La muerte de Gustavo movilizó y activó conciencias en Mar del Plata. Desde hacía nueve años que había tomado la decisión de vivir en el Cabo y cuidaba de esa reserva natural como un guardián de película. Este sábado liberamos sus cenizas en el mar y nos reconocimos con ojos húmedos bajo el frío de un típica y nublada tarde de otoño.



Un lugar mágico en el mundo


La geografía de Cabo Corrientes es realmente extraordinaria: se trata del sector continental más saliente sobre el océano atlántico sur. Esas piedras son el final del sistema de Tandilia (de origen precámbrico) y es justo en ese sector del mar donde se da el encuentro de dos corrientes marinas: la de Malvinas que es fría y viene desde el sur y la de Brasil que es cálida y viene desde el norte. Esta particularidad, sumada a la enorme plataforma marina que se extiende bajo el océano como extensión de la llanura pampeana, hace de esta zona un lugar excepcional para la vida de cientos de especies de animales que disfrutan de la abundancia natural. La corriente fría viene cargada de plancton y fitoplancton que es alimento sano y nutritivo hasta para las ballenas y el "choque" con la corriente cálida aporta el oxígeno necesario para el desarrollo de la vida. Y no es cuestión sólo de creencias místicas, es ciencia pura: podemos vivir varios días sin beber agua y sin ingerir alimentos pero no es posible vivir más de algunos minutos sin respirar. Como decía Indra Devi: la vida es finalmente una cadena formada por inhalaciones y exhalaciones. Y así fue que perdimos a nuestro querido amigo: Gustavo dejó de respirar por causa natural. No tenía ninguna enfermedad. Unos días antes de morir estaba dolorido por un esguince en una pierna y muy cansado de responder siempre las mismas preguntas de la gente.


La naturaleza a conservar


Se sabe muy poco de la vida íntima de este hombre titánico que se dedicaba con pasión a cuidar de este ambiente. Era un “Cuida Parque” me dijo Silvana y entonces comprendí. ¿Qué hacía Gustavo ahí? Le explicaba a la gente el valor de la libertad, hablaba sobre la autoregulación de la especies, decía frases como "no paguen para que maten animales", limpiaba la mugre de los restos de esta sociedad de consumo, leía vorazmente y sobre todo, miraba al mar.

En Playa Chica, el lugar donde él había armado su refugio; se pueden ver con facilidad gaviotas comunes y gaviotas capucho café, teros, gorriones, chimangos, gatos, lobos marinos, orcas, palomas, cangrejos, moluscos, varias especies de roedores, ballenas y en forma esporádica tortugas marinas. Casi a diario, y sabrán comprender que es todo un misterio, se ven colibrís volando que, después de revolotear como saludando, entran derecho desde la punta del Cabo al océano hasta que se los pierde de vista. Todo esto sin mencionar a los peces. Es tanta la cantidad que hay que siempre se ven pescadores en la zona y es muy raro que se vuelvan con las manos vacías.

Cuando alguien hablaba sobre Gustavo acerca de los hermosos gatos que están ahí lo primero que decía era “No son mis gatos. Son los gatos del lugar”. Él vio como más de 7 generaciones de felinos lograron vivir en paz y en libertad con muy poco. Gustavo estaba cuidándolos de la caza, del secuestro, de los antibióticos, las vacunas y las castraciones compulsivas. Estaba explicándole a la sociedad la importancia de la des-domesticación de esta especie para que avancemos en la des-colonización de la nuestra.

Cuando leí en la prensa que organismos municipales iban a llevarse 20 gatos me invadió un ataque de angustia que no puedo explicar con palabras. Mi consuelo fue: son seres libres no van a poder correrlos entre las rocas pero no me imaginé que serían capaces de llevar jaulas con pasta de hígado de vaca (paté) para tentarlos, con sogas y camionetas. No me imaginé que sería para tanto. Los gatos grandes y sabios no cayeron en las trampas pero los juveniles sí. Sobre todo algunas crías y algunas madres con ese hambre particular que suele dar el post parto y el amamantamiento. Ví como se llevaban a un gatito marrón y blanco de unos nueve o diez meses en una jaula cubierta con una lona negra.

Gatos libres


El hambre no es problema para estos gatos. Están en buen peso, el pelo brillante y la mirada despierta. Son ágiles (no se caen entre las piedras y tampoco se caen al agua). Alguna vez pasó una tragedia así pero fue por peleas motivadas por la gente que inconscientemente tira carne creyendo que hace un bien.

El agua la toman pura de lluvia de los charcos que se forman en la piedras. Son sólo algunos días críticos de "ola de calor" en verano que podrían llegar a necesitar que llevemos agua fresca, pero en general no es necesario y menos en recipientes de plástico que quedan ahí ensuciando el paraíso.

Para protegerse del frío tienen "tapado de piel incorporado" y en las noches de frío extremo se refugian entre los huecos de algunas piedras donde no llega ni el viento ni el agua. Duermen en parejas o en grupos chicos. No hace falta llevar cuchas de goma espuma ni ropa vieja para que duerman (se humedecen muy rápido, no las usan y después quedan como basura que alguien tiene que sacar).


Gustavo no les ponía nombre (les decía libres) pero sabía perfectamente cuáles eran las madres, donde parían y como estaban sus crías.

Las amenazas para los gatos son, en primera instancia, los humanos que los capturan o les tiran alimento de baja calidad nutricional o en mal estado. Eso fue lo que pasó unos días antes y unos días después de la muerte de Gustavo: la ingesta de carne podrida provocó diarrea en varios gatitos. Después de los humanos, el problema son los roedores que en un descuido atrapan a los recién nacidos para llevarlos y comérselos. Los chimangos también los buscan por el mismo motivo aunque son más carroñeros que otra cosa y por último, los perros domesticados que salen corriendo como locos y atrapan cada tanto a algún gatito desprevenido y juguetón.

Los gatos son como los leones: les gusta echarse cómodamente y dejar pasar las horas vigilando los alrededores con aire pensativo. Unos día después de la muerte de Gustavo vi como un gato negro y blanco estaba sentado en la piedra más grande tomando sol y mirando el mar. Fue un alivio para mí esa escena tan hermosa.

¿A alguien en su sano juicio se le ocurriría ir a vacunar a los orangutanes de la selva? ¿Alguien podría pensar que un delfín en estado de libertad necesita algún medicamento? ¿Por qué creen que hay que medicar a unos felinos que están en estado de libertad en un espacio natural?

No hay una sola denuncia de que esos animales hayan contagiado a alguien de nada. Esos gatos no son peligrosos, no ensucian, no hacen ruidos, no molestan a nadie. Por el contrario: bajan la población de roedores de la costa algo que ninguna gestión municipal hasta el momento logró.

Pido por este texto encarecidamente que no digan “pobres bichos” cuando ven a un gato libre frente al mar. Lo mismo pido para el recuerdo de Gustavo. No era pobre ni indigente. Era un hombre sabio y abundante que nos dejó miles de enseñanzas y me alegra que ahora estemos hablando y leyendo los libros que, como tesoros, nos dejó en cajas entre las rocas. Les pido por favor que respetemos su voluntad de sostener esa reserva con su fauna y su flora así como está.

Quiero saber a dónde se llevaron a las 10 hembras que dicen que ya castraron. ¿Quién las operó? ¿Qué drogas les dieron? ¿Siguen en jaulas o ya están en viviendas? ¿En qué viviendas? ¿Con qué las están alimentando? ¿Las devolverán a su ambiente como algunas personas dijeron que iban a hacer? Están desarmando familias de gatos libres y es importante, a mi entender, que se repare el daño cuanto antes.


El fuego sagrado


Durante 2016 en Cabo Corrientes se sostuvo un fuego encendido por más de 40 días. La consigna era sumar. La gente que pasaba por el lugar llevaba leña, limpiaba, intercambiaban poemas y pinturas, hablaban de la vida y de ese indiscutible portal energético que es Cabo Corrientes y que ahora quedó en evidencia tras la muerte de Gustavo. Una tarde de aquel verano Santiago Roura me dijo de ir pero, por esas cosas de la vida, no llegué. Se ve que no era ese el momento. Hace poco me enteré que en esos días hubo una tormenta tremenda en Mar del Plara que Matías, el encargado de sostener el fuego, vio venir pero con preocupación porque sólo quedaban tres ramas chicas. Pensó que era el final pero media hora antes del diluvio llegó una camioneta con un pino seco y trozado. Alimentaron el fuego de tal manera que la lluvia, que fue capaz esa tarde de inundar casas y autos, no tuvo la fuerza suficiente para apagar esa llama sagrada.







Hay cientos (miles) de historias para contar sobre esto pero por cuestiones de tiempo y espacio voy a contarles lo que me pasó a mí.


El día que filmé cómo estaban enjaulando gatos me amenazaron y tuve que escuchar mentiras horribles sobre Gustavo. Volví después de calmarme acompañada por un amigo del Cabo (Carly) y me encontré con un hombre joven que me decía con mucha bronca y angustia: "¿Vos venís a robar gatos? ¿Vos venís a llevarte gatos? ¿Qué estás haciendo acá?" Y yo le respondí casi llorando “Te juro que no”. “Yo también vi cómo se los llevaban”. “Yo quiero a los gatos libres”. El chico temblaba y me decía “Esta mañana vi como mataban a un gatito. Una señora le dobló el cuello y quedó muerto al instante. Me ofreció una coima y le dije "No señora. No es así. No es así señora". Temblaba y casi lloraba y no me animé a agarrarle la mano como me hubiera gustado para llevarle un poco de paz. No pude. Me acompañó Carly hasta el auto llevando su bici con una mano y con la otra dándome golpecitos en la espalda para que dejara de llorar. No sé como se llama este chico (estaba tan nerviosa que no le pedí ni el el nombre ni el teléfono) pero me acuerdo su cara y estoy segura que nos vamos a volver a ver. Esta historia no termina acá.


Al otro día volví y vi justo como otro hombre joven estaba saliendo de la zona donde vivía Gustavo. Tenía la misma angustia que el chico del día del día anterior y entonces sí tomé fuerzas y le agarré su mano y al segundo me abrazó y rompimos en llanto los dos (nunca me había pasado esto de abrazar a un desconocido por la calle. Jamás). Y le decía “Se están llevando a los gatos. Estoy desesperada. Los están poniendo en jaulas” y él me decía palabras de tranquilidad y su perra me tocaba la pierna con el hocico para que deje de llorar. "Se llama Dulce", me dijo y nos sentamos a hablar en esa parecita de concreto que separa las rocas de la calle y me dijo: “Yo prendí el fuego sagrado un 21 de diciembre. Así conocí a Gustavo”. “Ah sos vos!?”, le pregunté emocionada y nos reconocimos en la mirada y nos fuimos hasta el lugar de las cenizas y siguieron las historias y la gente en común. Supimos en ese instante que algo había cambiado para siempre desde la muerte de Gustavo.


Las cenizas


No pasan cosas buenas o malas, pasan cosas y el valor que le damos a cada una depende de nuestra cultura, de la mirada y de nuestra interpretación. Lo que sí sabemos, siguiendo a Judith Butler, es que hay hechos y que los únicos indiscutibles son lo que quedan registrados en el cuerpo.

Sabemos que algo es verdad porque nos pasa por el cuerpo. Si no, son sólo palabras, cuentos de la Tierra.

Mi abuela paterna murió después de estar 5 años en cama y tomando varias pastillas por día. Siempre hicimos por ella lo que ella pedía. El mes pasado llevamos sus cenizas a su pueblo natal y la urna quedó a la espera de otro ser que la necesitara.


Cuando me enteré que estaban por cremar los restos de Gustavo ofrecí la urnita de madera y así fue como me contacté con Estela primero y con Silvana después. Justo un día antes de la cremación. Por eso fui hasta el cementerio, conocí a la hermana de Gustavo y me enteré de más cosas que estaban pasando. Silvana es una persona luminosa que vive con su hijo de 3 años en un departamente cerca del Cabo. Gustavo solía ir a visitarla. Le golpeaba las manos y ella le tiraba las llaves por la ventana. Cenaban, hablaban mucho. Un invierno que ella se fue a España le dijo “Gus. Te dejo el departamento. No pases tanto frío” y él le dijo que no. Silvana sabe por qué: no quería dejar a los gatos. Eran sagrados para él y tuvo la misión de protegerlos.


Así las cosas. El sábado a las tres nos reunimos frente a las rocas para darle un adiós colectivo y Silvana bajó con la urna en mi mochila para llegar hasta la última piedra y se sentó tipo indio y cantó un mantra que no llegamos a escuchar y lanzó unas flores y las cenizas y justo vino una ola que la empapó y se llevó la urna de madera y mi mochila al agua con el celular de ella y mi billetera. Y yo que había estado toda la semana diciendo “lo material no importa” “Gustavo tenía razón” “Seamos libres” Entré en un estado de nervios porque estoy por ir a Europa y venía que mis documentos se iban mar adentro y me fui a buscar una embarcación para rescatarla pero no hizo falta porque se acercó un pescador y a la vista de todo el mundo la pescó al segundo intento y recuperamos todo menos la urna que, cual barquito de madera, se fue flotando un 25 de mayo, día de la Patria argentina y cumpleaños de mi abuela. Increíble todo pero real. Estela, Marcela la profesora de braille (que también se fue hasta el cementerio el día anterior), el pequeño Aryam, Lucas de 11 años y su mamá, Pato, Daniel el contador y su compañera Adriana, el pochoclero amigo, Laura y Fernando (la hermana de Gustavo y su pareja "el chabón" le decía él) y otros familiares cercanos y amorosos, Avril con v corta y su mamá, Romina y Leo que le venían siguiendo los pasos desde hace años... son sólo algunas de las personas que estuvieron ahí y pueden aportar más detalles del emocionante momento compartido.



Hasta siempre querido Gustavo


No sabemos cómo seguirá esta historia. Pido respeto para la familia y para todas las personas que los acompañamos con admiración durante estos años ¿Ermitaño dijeron en la prensa que era? Se nota que no lo conocieron: tenía amigos y amigas como para hacer dulce. Gustavo era sociable, fuerte, bueno, adorable y soportaba unas condiciones de vida muy por encima de lo que la gente común es capaz.


Si no saben qué hacer, no hagan nada. Si no saben qué decir, no digan nada. Respetemos a la familia y respetemos el lugar. Cabo Corrientes y Bahía Playa Chica son lugares mágicos: los amaneceres y los atardeceres, las noches negras con estrellas, las tormentas eléctricas y el mar iluminado por la luna llena funcionan como portales para despertar conciencias. Si queremos entender y recordar a Gustavo, es necesario contemplar el mar y desde ahí alguien o algo nos recordará lo esencial: las almas irradian por siempre la vida eterna.



Comentarios

  1. qué simple y claro que narrás... gracias!!! Dios te bendiga siempre!!

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  2. Libertad es la mision en esta vida dar todo por la libertad de vivir de pensar de ser libre y andarlibre

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    1. Sii libertad y amor! Parece que es lo único que necesitamos.

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  3. Que bello y exacto..buen viaje Gustavo. Y que despierten las conciencias.

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    1. Si! Estamos en eso. Muchas gracias por leer y opinar desde el corazón.

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  4. Siempre lo saludaba, pero nunca me acerqué a charlar, me generaba un respeto casi sagrado. Me bastaba mirarlo a los ojos, para admirar esa profundidad. Ahora entiendo porque

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  5. Una vida simple llena de acciones positivas en un lugar maravilloso, convierte a un alma en extraordinaria.
    Hermoso relato que transcribe estás idas y vueltas de nuestra gente.
    Saludos para Usted Profe.

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  6. Gustavo siempre me saludaba.
    También conozco a Matías y nos agarro una lluvia fuerte con el fuego.

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  7. Que hermoso!! Estuve hace unos días y sentí una fuerza especial, como si la tierra nos llamara a reposar. Y por eso buscando llegué a llerte. Gracias

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