Fin de un viaje con libros y mucha suerte

Escribí este texto en Barajas mientras esperaba el embarque en avión para volver a Buenos Aires. Pasé la última noche de mi gira europea en Madrid en un departamento cerca de Plaza de España que por su construcción del siglo pasado se encuentra protegido. Ahí estuve compartiendo con Juana y su marido José Antonio, un amante de las montañas, las rocas y la geología. Un hombre cerca de los 70 años, culto y muy activo pero de pocas palabras. "Está en su mundo" me advirtió Juana. Llevan 48 años de casados y su mayor orgullo son los viajes por lugares exóticos que hicieron en forma constante durante toda su vida: el sudeste asiático, Sierra Leona, Nigeria y Madagascar...son sólo algunos ejemplos.

El departamento me encantó de entrada porque tenía dos ascensores antigüos con rejas rojas y puertas manuales de madera. Juana me ayudó en todo: desde ofrecerme comida hasta brindarme el lavarropas para que llegue con toda la ropa limpia a Mar del Plata. Hicimos juntas varias cosas en Madrid a pesar del calor y el poco tiempo. Hablamos muchísimo sobre la meditación como práctica de vida. 

A la cultura vasca ya lo conozco de cerca por cuestiones familiares. En este viaje puede conocer más en detalle las ideas independentistas de València y Catalunya. Tenía sentido terminar mi visita en la península con gente que ama Madrid, la elige para vivir y defiende su cultura a pesar de todo. La diversidad es así. Dicen que España tiene muy mala prensa pero que es un país muy valioso. 

Esta mañana preparé las valijas y hasta nos hicimos el tiempo para envolver algunos regalos y salimos después de almorzar con 32 grados sin sombra caminando hacia el metro. Después de 200 metros con el sol picándonos la piel se me acercó José Antonio y me dijo: no me gusta discutir y no quiero terminar mal esta visita. No discutamos te lo pido por favor. Quiero que quede todo bien".

Y yo lo miraba a los ojos esperando alguna aclaración en política, alguna crítica con respecto a mi feminismo? Algo en relación a Argentina? Pero no. Me dijo: quiero que vayas en taxi al aeropuerto y no lo quiero discutir.
Y justo Juana paró un taxi y como a mí tampoco me gusta discutir, hice lo que me salió que fueron lágrimas y las vieron mientras subían el equipaje al baúl. Entonces les dije gracias! Y José Antonio le dio unos euros al taxista y por la cara del taxista me di cuenta que venía con propina y le pidió que me cuidara y el taxista se comprometió. Y ni bien arrancamos lo que eran unas lágrimas discretas se convirtieron en llanto y el tachero me decía "Bueno, bueno. No se emocione tanto" y me preguntó qué hacía y a qué había venido y le conté sobre "La Geografía del mar". Y ahora que escribo vuelvo a llorar porque José Antonio me habló poco pero me sonrió mucho durante mi estadía y lo último que me dijo (no me acuerdo muy claro) fue algo lindo con respecto a los libros. No sé qué palabras usó pero demostró confianza en el proyecto y sus deseos de buena suerte para seguir publicando.

Y si hay algo que tuve mucho durante este viaje fue suerte. Y lejos de subestimarla o pensarla como "gratas casualidades" o "excesos de generosidad" me dediqué a registrarla, agradecerla y pedir más. Más qué? No sé exactamente pero me hizo muy feliz conocer personas de distintos mundos que creyeron enseguida en esta historia y en mi forma de contarla. Yo digo que "Frutillas" como editorial es una apuesta colectiva que me permite hablar sobre educación a partir de la construcción de nuevas formas de relacionarnos. Lo bueno es que cada vez se me aparece el mensaje más claro y sigo con ganas de escribir.



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